martes, 20 de octubre de 2015

NO ESPERAR Y TIRARTE DEL TREN


Hablaron de partidas ganadas
de cincuenta citas
de romper corazones 
y veranos en Ibiza.

De todo su éxito,
lo bien que le iba,
lo alto que llegaban
sus pies al saltar.

Todo lo demás
eran pájaros
volando
sobre azoteas extrañas.

Todo lo demás
eran crímenes
sin intención 
de resolver.

Todo lo demás
era invierno
con niebla
y a oscuras.

Todo lo demás
eran ciegos
bailando a la luz
de la luna.

Su vida era otra,
su interior un roto
más grande que el descocido
de sus vaqueros rojos.

Nadie.
Su mirada se perdía
y buscaba sin éxito
escondites que abrigaran.

Era la niña con suerte
y talento
que bailaba entre cartones
cuando nadie la miraba.

Se esperaba
lo mejor de ella
y lo mejor
era esperar...

Nadie.
Llevaba años esperando
pero no aparecía
ni él, ni nadie.

Esperar tiene muchos sentidos.
Esperar-desesperar.
Esperar-hacer.
Esperar-dañar.

De ella esperaban
la luna
pero su espalda
ya no la soportaba.

Ella esperaba
pero todos pasaban
y la miraban
como la figura que era.

La perfección
que le habían
inventado 
era errónea.

Y ella empezaba
a creerse
que era eso,
una estatua.

Para qué esperar
si nadie la esperaba.
Cambió de vagón
y saltó por detrás.

Era la niña perfecta,
sólo que en los raíles
la vida es más corta
porque los trenes no esperan...


                           Cristina H. López.

No hay comentarios:

Publicar un comentario